Es difícil decir algo original sobre Patagonia; algo que no se haya dicho o que no suene a cliché. ¿Qué genera este territorio mágico en las personas? ¿Por qué cuando se ha pisado su suelo uno no vuelve a ser el mismo? Patagonia deja su marca en el alma.
Yo he tenido la suerte de haber recorrido mucho. Navegué sus mares, caminé sus desiertos, trepé montañas, nadé sus ríos y lagos, me interné en sus bosques y descansé en sus mallines. Tuve frío, tuve calor. Fui testigo de los espectáculos más coloridos: atardeceres, tormentas, noches iluminadas por la luna, lengas y coihues que explotan en otoño. Me dejé envolver por el aroma de las flores silvestres y atrapar por los sonidos de sus habitantes; fieles cómplices de mis andares.
Patagonia entra por los sentidos. Patagonia es sinónimo de sensaciones y emociones.
Ésta es una pequeña muestra de imágenes que intentan reflejar –con muchísima humildad– una parte de su espíritu indómito. ¿Por qué en blanco y negro? Justamente para no interferir en la experiencia sensorial de cada uno. Los colores están, sólo hay que “verlos”. Los aromas, los sonidos, las texturas están ahí, sólo hay que percibirlos. Los sentimientos están en cada imagen, sólo hay que descubrirlos.